lunes, abril 09, 2007

Mi muerte

Lo que más miedo me produjo de mi muerte fueron las voces de los vivos que seguía oyendo claramente mucho después de cobrar consciencia de mi estado, directamente inyectadas en mi mente, pues ya no oía con los oídos.

Tampoco veía con los ojos. Las imágenes simlemente eran, y nada más. No necesitaba moverme entre ellas pues no existía un espacio como tal, ni las asimilaba como sucesión alguna, pues el tiempo era asímismo algo cuya sola idea o intento de comprensión se veían lejanos, etéreos, y absolutamente inútiles. Todo es mucho más fácil cuando estás muerto.

Había otros rayos luminosos, como yo. Estábamos todos profundamente conectados con una bola gigantesca de luz amarilla y blanca, que nos proporcionaba, no sólo calidez y ser, sino dirección y sentido.

Surcaba la oscuridad matándola con mi propia estela, en un movimiento inmóvil, como en una pintura eterna, y atravesaba vidas, una de las cuales acababa de dejar. No es que no estuviera, seguiría ahí viviéndose eternamente, pero en aquel momento mi puntero, la flecha de mi alma, no se dirigía más a ella.


...Seguía viajando.


1 Comentarios:

Blogger El pirata de interior dijo...

Es curioso, yo sin embargo, aunque siga teniendo mucho miedo al dolor fisico, ala muerte, al menos ala mia en particular, sigo sin tenerle miedo...

9:20 p. m.  

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